La contribución de la Universidad al desarrollo de Extremadura

Finalmente, después de décadas de debate sobre la cuestión del desarrollo en Extremadura, donde siempre se señalaba que el gran problema era la sempiterna falta de infraestructuras (ahora tenemos de sobras e infrautilizadas) y la ausencia de equipamientos (hoy aparecen duplicados y sin apenas uso en ciudades y pueblos), se ha evidenciado que desde la entrada en la actual Unión Europea (1986) esas lagunas se han resuelto con creces y, hasta, con despilfarro.

El auténtico freno para nuestro desarrollo son los escasos recursos humanos (no confundir con el bajo número de efectivos demográficos) por los bajísimos niveles educativos de la población en todos los sectores (servicios, agrario e industrial) y la ausencia de mentalidad emprendedora de la gente, incluso la que posee formación universitaria. Ambos factores (baja cualificación profesional y ausencia de cultura innovadora) se retroalimentan y explican los indicadores tan peculiares de la estructura socio-económica de Extremadura (altas tasas de paro, reducido PIB, bajas rentas per cápita…)
Lo más difícil para que una sociedad progrese no es sólo combatir el analfabetismo, que puede durar una generación, lo más complicado es mudar la mentalidad de la gente.
Una región sin analfabetos en la edad activa y con buena red de infraestructuras, como le ocurre a Extremadura, puede permanecer atrasada indefinidamente, sin abandonar la zona de “convergencia” (receptora de fondos unnamedcomunitarios) y sin incorporarse nunca a los territorios “cedentes”.
Asimismo, podemos recalcar que el tema educativo sigue sin resolverse en España después de no sé cuántas reformas (una por cada gobierno que llega a la Moncloa) que no sirven para nada, salvo para retroceder e introducir conceptos absurdos que nadie entiende ni tienen fácil aplicación. Pues lo cierto es que, según el Informe Pisa, España presenta unas cifras desbordantes de fracaso escolar en la Educación Secundaria Obligatoria (absentismo, repetición, tasa de idoneidad, etc), sobre todo en lo relativo a la deserción antes de la obtención del título de escolaridad básica. Destacando negativamente Extremadura (a pesar de la mejora en los últimos tiempos), Andalucía y Murcia.
Unos índices tan elevados de fracaso escolar (30%) no se justifican ni se corresponden con los niveles de renta de España ni con una buena escolarización en Infantil y Primaria, así como, paradójicamente, con los altos índices de población universitaria.

Esto evidencia un “patinazo” sobre las posibilidades de la escuela para ser un instrumento potencial de igualdad de oportunidades. Los ideales de democratización (escuela de masas), con su desarrollo, han tenido paradójicamente su reverso (fracaso escolar).
El tema es gravísimo, pues el fracaso escolar se plasma de forma casi directa en exclusión social, con lo que eso implica para nuestro sistema productivo, la protección social, la seguridad, etc. Se está incidiendo en los últimos tiempos en revertir esta situación en Extremadura, pero no es un asunto estrictamente político, es una cuestión más de índole cultural, dado que la mayoría de la sociedad extremeña tiene inoculado el virus de la queja, de la crítica fácil a toda iniciativa, cargada de prejuicios, cuando no de la envidia al saber hacer o prosperidad del prójimo, en lugar de intentar emularlo o convertirlo en un referente.

Tenemos un inmenso territorio, con ingentes recursos (muchos sin explotar por causa de una legislación inadecuada y sin rigor) sobre los que asientan un desierto demográfico y, lo que es peor, un vacío intelectual que poco contribuye a reflexionar, a aportar ideas o dar soluciones. La universidad, en general, debería estar más comprometida con el desarrollo de la región que la acoge para evitar que sólo exista una opinión dominante, pero que adolece de información seria, rigurosa o científica.
La universidad como institución social es reflejo de diferentes formas de entender el desarrollo, pero le cabe a ella aportar la información necesaria para que los representantes políticos y agentes empresariales puedan formular sus estrategias desde posiciones fundamentadas en la asepsia de los datos. Evitando, en la medida de lo posible, que la región actúe por impulsos, improvisaciones o intuiciones de quienes toman decisiones en diferentes ámbitos.
Por consiguiente, para que la universidad tenga éxito como agente activo del desarrollo en sentido amplio tiene que afianzar su posición de excelencia en el conocimiento científico, mediante la profundización en la investigación como elemento diferenciador de sus principales tareas. Pues sólo ella puede ofrecer un espacio público plural capaz de afrontar de manera transparente las dificultades de la sociedad regional en un contexto comunitario y globalizado.
Para cumplir con ese papel decisivo, la Universidad de Extremadura debe ser capaz de lo siguiente:
1. Analizar, detectar y promover sistemas territoriales innovadores.
2. Identificar los procesos de desarrollo exitosos para su extrapolación.
3. Comprometerse a suministrar la información y abundar en la formación para generar nuevas dinámicas transformadoras de la región.
En definitiva, las universidad de Extremadura desempeña un papel clave en la mutación de la sociedad, al transmitir a las personas que ingresan en ella el conocimiento intelectual indispensable para la modernización social y económica, proporcionando los esquemas y los valores que aseguren la estabilidad social, apoyando a los agentes políticos, económicos y a sus comunidades urbanas y rurales en la solución de los complejos problemas que presentan en sus niveles de bienestar.
Es potestad de la universidad planificar programas formativos de nivel superior para la educación y adiestramiento de recursos humanos que estén capacitados para la producción y distribución de conocimientos científicos, tecnológicos y culturales que coadyuven al establecimiento de una región más próspera y equitativa.
Julián Mora Aliseda
Doctor en Geografía y Dr. en Sociología.
Profesor de la UEX

Nota Editorial Revista Viceversa nº61